lunes, 23 de febrero de 2009

Atentados en el crepúsculo cairota, enlace directo con Madrid.

Cuando el amable recibimiento es Madrid es un atentado en la ciudad a la que te trasladas a vivir en unos días, te hace, cuando menos reflexionar.

Hipocresía latente en todos los medios españoles e internacionales se hacían eco de un atentado sangriento, brutal, un muerto; más bien una muerta, francesa en este caso ha ocupado en un único día más espacio del que merecen anualmente todos los muertes de cualquier guerra olvidada –guerra en la que no combaten, mueren o se le dobla una uña a un ciudadano del Norte- La segunda gran potencialidad de este tipo de artículos es que son firmados por un tal “agencias”. Nadie es responsable de dicha información, la irresponsabilidad del que escribe desde la oscuridad. Ayudamos impasiblemente a la formación de estereotipos, imprescindibles para la comunicación, impenetrables para la comunicación.

La embajada de Egipto en España, da la bienvenida en un pequeño primer piso de la concurrida calle Velásquez de Madrid. Un bigote bien afeitado, recatado en los modales, interactúa en un lenguaje internacional más que gestual. Dos pequeñas habitaciones que poco tienen de acogedoras, a excepción del shai –té- para el señor egipcio que espera al embajador por negocios, y el afuan –no hay problema- y su responsable española, atareada con las tareas burocráticas y teóricamente atendiendo las cinco líneas telefónicas. Acaba cogiendo el teléfono y casualmente una pareja de turistas preocupados por el atentado del día anterior: sobre el brutal asesinato de ayer, más bien pequeño atentado, estadísticamente por debajo del margen del error. Etnooccidentalmente un acto que expresa los fallos de la democracia y la libertad en estos países, deficiente fortalecimiento de los valores democráticos, un discurso ampliamente escuchado en nuestro país –todos nosotros somos capaces de entornarlo- donde esos valores de igualdad y justicia, son al menos dudosos.

El discurso menos utilizado, una muerte que destroza a todo un círculo de afecto; familiar y sentimental. Su valor como fragmentación radial natural. El sufrimiento ante la pérdida; la importancia no recae en la reluciente bandera que encubre el corazón.

25 euro, una foto y la recogida del visado al día siguiente; ahí acaban las dificultades de movimiento para los ciudadanos europeos. Legales en cualquier lugar; la versión contraria remasterizada en música callejera bosnia es más compleja, las segundas partes nunca fueron buenas, y mucho menos lo serán.


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