martes, 14 de abril de 2009

Cronicas cairotas: Baksheesk o la perfección de la propina

El baksheesk o propina es uno de los deportes egipcios más extendidos, junto con la fácil corruptibilidad, y en ocasiones el equipo nacional de fútbol.
Varios días de visita a los lugares turísticos mencionados en todas las guías de viaje, deja al viajero sin billetes pequeños, monedad y generalmente sin ganas de visitar ningún lugar, donde el responsable de la puerta sonría demasiado.

La propina no se entiendo en Egipto como un agradecimiento por un servicio correctamente bien prestado, sino como una obligación para los turistas. Unas simples libras provenientes de su magnánimo saco repleto de billetes de 200 libras.

La entrada a las mezquitas se evita para no escuchar de nuevo la maravillosa palabra. Políglotas porteros que te evidencian lo que deberías hacer con tu dinero, un obvio trasvase de un bolsillo al otro. Solicitudes astronómicas en cualquier pequeña mezquita, ojos brillantes ante la mirada de cualquier infiel, hasta llegar al punto que las iglesias coptas basan la pureza de sus creencias frente al Islam, en la inexistencia de obligación de donativo, aunque siempre aconsejable.

La obligada propina no es solo visible en los templos sagrados convertidos en mercado, a imagen y semejanza de Jesús en el templo, sino de cualquiera de los rincones del país.
En cualquier hotel el ascensorista se frotará el estómago al tiempo que extiende la mano, haciendo evidentes sus deseos. Sienten especial predilección por los viajeros que se marchan al aeropuerto, y que al grito de baksheesh lo ayudan a no olvidarse ningún billete egipcio en su bolsillo.

Cualquier lugar concurrido por turistas es una mina para los responsables y cuidadores de los santos lugares. Las mezquitas de la ciudadela -50 libras, 6-7 euros la entrada- con pocos turistas, es fácil encontrar a solícitos porteros que te obligan a dar propina en tu idioma, enfadándose cuando lo abroncas en árabe por ser un impresentable en un templo, en el día sagrado musulmán.

Hasta llegar a los límites sospechados en este país. En Saqqara, una de las necrópolis brillantemente adornadas, que no fueron asaltadas hasta los cimientos. Los jeroglíficos todavía muy presentes, y también el cuidador. El encargado de evitar las fotos, te encuadra la primera, y te permite las siguientes con flash en tal de recibir propina –en ningún momento se tomaron con flash-. Cuando pretendes llamarlo impresentable diciéndole que no le vas a dar nada y que sólo tienes un billete de 100 libras, con gran tranquilidad, te dice que él te lo cambia, y se queda a cambio con 5.

Viviendo en el país no sorprende nada que la mayoría de los templos hayan sido robados hasta la saciedad y las obras maestras se encuentren en el Museo Británico. La pureza del país no contaminado por el negocio del turismo, la ingratitud de cualquier sitio en el que lo único que prima es el dinero.

2 comentarios:

María José dijo...

El encanto que nos ha provocado esta crónica ha sido familiar, simplemente genial.
El apunte del abuelete ocioso con bigote y que te acompañará en el ascensor si hay propina, ha sido imprescindible.
Te seguimos, así que continúa las crónicas.

Besos

Mari

Peregrino_Sincronico dijo...

Continúo más habitualmente después de un mes tranquilo.
Gracias por los comentarios.
Nos vemos