jueves, 30 de abril de 2009

Siwa, un paraíso redescubierto (II)

La ciudad ha sido tomada por el turismo en sus dos vertientes típicas. La propia invasión de grupos y la otra la reconversión del centro de la ciudad en tiendas de artesanía, restaurantes occidentalizados y lugares de alquiler de bicicletas. Todo ello en exceso, provocando el continuo cierre y abandono de muchas de ellas.

Los comerciantes, tras cualquier pequeña compra te invitarán a sentarte y relajarte comiendo o tomando té. La tradición en este lugar, es tomar el dos tés sucesivos, el primero con té del lugar únicamente, y el segundo acompañado con hierbabuena. Algunos tés se alargarán horas y horas, y aunque el precio que se pague por las compras es turístico e inflado en exceso, los buenos momentos siempre se encuentran fuera del encuentro comercial y monetario.

Templo del oráculo hasta donde el gran Alejandro Magno pidió consejo. Actualmente solamente vicios del turismos y sonrisas de las niñas mientras intentan vender collares a los turistas.

Sin embargo, como ocurre cuando el sol da de frente o de lado; Todos los que se aprovechan del beneficio del turismo –y son muchos- no se preocupan demasiado por el perjuicio, no consiguen observarlo, comentando directamente su potencialidad. La opinión de los campesinos es muy diferente, ya que el turismo está modificando sus tradiciones beréberes que ni siquiera la invasión turca, y posteriormente la gubernamental egipcia consiguieron cambiar. Al final la medida más eficaz ha sido una carretera que permite la llegada de los turistas.

Si se permite realizar el bárbaro comentario que compare a estos comerciantes con los cairotas –especialmente los taxis y los charlatanes de Jan el-Jalili-, la principal diferencia entre ellos es el nivel de avaricia. Los siwíes repiten continuamente que la ciudad funciona adecuadamente porque todos tienen el suficiente dinero para vivir dignamente. El dinero no es importante ya que la vida en la ciudad para un nativo es tremendamente barata. Una libra -15 céntimos de euro- permiten comprar 20 tortas de pan, o las siempre nutritivos revueltos de berenjena, ta’amiyas, o patatas fritas, por escasas libras.



Sonrientes nativos de origen libio, justo después de una vorájine de preguntas sobre la vida en España.

Posibles viajes turísticos para dormir en el desierto, fuentes termales de agua caliente, los rasgos oceánicos sobre la ardiente arena del Sáhara, las noches estrelladas de la soledad que se olvidan rápidamente en la vida en el Cairo. Largos paseos por los palmerales, el atardecer en las salinas y marismas con la única compañía del troquelado de los mosquitos y el sonido de cascos de los escasos campesinos en su camino para vender el forraje al ocaso del día, el sosiego debajo de una palmera, la sombra mientras se prepara una fotografía. Simplemente Siwa, un remanso de tranquilidad, que aumenta los sentimientos ambiguos hacia la megápolis cairota.

Salinas alrededor de la isla de Fatnas.


Occidente sigue sin ser un lugar de confianza.

La mujer siwi merece por si sola un comentario –posteriormente en el blog- todas vestidas con el traje típico femenino. Casi siempre en la parte de atrás del carro, aunque el que lo dirija sea un niño de cinco años, en ocasiones muy limitadas simplemente andando por el centro de la ciudad, aunque más libremente en los barrios más populares. En la actualidad, ya que en una época pasada muy cercana, las mujeres no abandonaban la casa salvo en ocasiones excepcionales.


Mujer Siwi con el traje típico femenino, "el tarfottet"


Una túnica de diferentes tonos azulados provenientes de la todavía brutal ciudad de Kerdassa –famosa por el comercio ilegal de animales salvajes de todo Egipto-, que se deja caer desde la cabeza y los hombres hasta llegar al suelo, combinado con un ligera túnica negra que permite observar sin exponer la expresión personal. Antiguamente la túnica negra únicamente tenía un agujero, que debía ser colocado en la boca, para moverlo a uno de los ojos únicamente en los momentos que fuera necesario.


No fuerce su cuerpo en las horas de calor más extremas.


Atandecer con la vista de fondo de la isla de Fatnas, justo antes de abandonar Siwa.


Invento egipcio para evitar la sed, vasijas de cerámicas que preservan el agua fresca durante todo el día. En este caso, una adaptación Siwi camuflada en un árbol con hojas de palmera.

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