lunes, 18 de mayo de 2009

El Sinaí o la mercantilización de los lugares santos (II)

Hay que tener en cuenta que el turismo al Monte es básicamente organizado con autobuses de grupos, y no se pueden encontrar gran cantidad de viajeros individuales, por lo que tendriaís que pagar al final del día 85 libras egipcias al beduino que te guía por un camino sin dificultades sean los turistas que sean. Al menos nuestro guía era una persona tranquila que llevaba 7 años haciendo el mismo trabajo, y bastante poco interesado en los beneficios del turismo, una persona humilde que se ha dedicado a este trabajo, porque no hay muchas más opciones en el lugar. Se puede intentar evitar este gasto, si consigues convencer a las autoridades que únicamente vas a visitar el Monasterio, pero en las últimas semanas la complejidad es mayor, desde que un turista ruso se perdió y trastabilló montaña abajo perdiendo la vida. Un habitante del pueblo me enseño el video en su teléfono móvil del momento en que lo encontraron, como aquí se respeta la privacidad de las personas. Al fin y al cabo es un lugar público turístico, y algún beneficio tendrán que tener las autoridades.

Desafortunadamente no tuvimos la oportunidad de dormir en el Monte como era nuestra idea inicial por la problemática con la policía –que pudimos solventar gracias a la llamada de Mustafa, nuestro guía- y con los horarios de los buses; por lo que decidimos ver al menos el atardecer, uno de los más bellos que he podido ver en mi vida, decenas de franjas rosadas tras la marcha del sol, valía la pena soportar el frío que permite estos atardeceros.

Paisaje en el cabo de las dos playas.

La subida al monte no es compleja. El camino más sencillo supone un par de horas y los 750 escalones finales, cada vez en peor estado. El otro camino son 3000 escalones, el cual empieza justo en la ladera de la montaña, por lo que se hace muchísimo más corto en longitud, pero tortuoso para las rodillas.

Mustafa nos guiaba el camino, con paso firme, kifiyya en el pelo, calzado cómodo y una chaqueta de plumas; Al verla agradecí gravemente haber traído la mía. Y nos acompañaba una pareja de británicos que se nos unió para ahorrar en el gasto del guía. Seis meses viajando alrededor del mundo, y todavía no se preocupaban demasiado en aprender alguna palabra en el idioma local, y demasiado poca adaptación en sus mochilas y forma de vestir. Si consigues soportar una subida rocosa sencilla, y el olor a culo de camello que se mezclaba en el tortuoso camino, la cima está conseguida. En nuestro caso fue un grupo de devotos cristianos taiwaneses de visita en los lugares sagrados de Oriente Medio, cuya penitencia a la hora de subir a l Monte, nos habría evitado el olor nauseabundo al tener el trasero de los animales en la cara durante un periodo largo de tiempo. Cualquier lugar donde se puede obtener dinero se obtiene. El turismo en el Monte lo tienen controlado los beduinos, desde los guías independientes, los encargados de los camellos, hasta los vendedores de recuerdos o de agua embotellada de la compañía Pepsi. Al menos ellos son los que trabajan con el turista.


Bonita cara de sufrimiento que el colgante no limita.

Mustafa, nuestro guía en el ascenso al Monte Sinaí.

Los últimos momentos antes de que oscureciera completamente, que aprovechamos unos pocos afortunados evitando el frío como podíamos, cuando el último grupo ya se había marchado. Sentimientos que difícilmente pueden ser explicados, incluso para las personas que no son creyentes. Las sensaciones en los lugares que han sido visitados por tantas personas, simplemente por motivos de fe, dogmatismo que te permite recrearte en el lugar. La metáfora escrita en papel por sudamericanos que han ahorrado durante mucho tiempo para poder visitar los lugares sagrados, y que simplemente piden salud y trabajo para sus familiares.

Unas horas que merecen la pena cuando consigues unos simples segundos en el Monte, con el viento frío azotándote en la cara, la inmensidad de las alturas, y un atardecer hace olvidar las horas cabreado alrededor del dinero en los lugares sagrados. Supongo que permite un misticismo más intenso, cuando encuentras tu lugar por escaso que sea. Difícilmente explicable, merece la pena la ascensión.


Cada cual encuentra a Dios a su manera.

Un país democrático donde la censura y la corrupción son dos de sus señas de identidad más actuales tiene un futuro más bien oscuro, y no me estoy refiriendo a Egipto especialmente.



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