viernes, 29 de mayo de 2009

Deslumbrados por los reflejos rosados.

“Las bicicletas son para el verano” y en Egipto no deberían existir o estar prohibidas, sería un buen título para una comedia Egipcia, sin embargo igualmente se podría utilizar para definir la realidad cairota.

Una bicicleta que viaja esquivando coches, de momento el ciclista encorva la espalda y tuerce la vista mientras sigue su marcha. Simplemente el primer accidente que he visto en todo este tiempo en el Cairo. Dos coches demasiado cerca, un frenazo enérgico y el choque está servido. Las personas se agolpan para observar lo que ha ocurrido. Leve choque, aunque las contusiones de las dos personas del coche de atrás son considerables. Sangre tras haber destrozado parcialmente la luna delantera con su propia cabeza. El ciclista sigue impertérrito su camino, impasible sabiendo que el tiene que tener mucho más cuidado si no quiere que le ocurra lo mismo.

En un acto teatral no podía faltar el escenario, y en este caso no ha podido ser mucho mejor encontrándose los actores en el centro de la ciudad. El Museo Egipcio, con su fachada en tonalidades violetas difuminándose en rosado mustio, y su nueva imagen, todavía de un rosa más mustio que no consigue adivinarse en qué color se puede convertir. Hasta sería mejor que se esfumaran los colores fucsias del todo y que el presupuesto fuera para organizar el museo íntimamente.

El Museo Egipcio, para el que no lo haya visitado, es una mole de hormigón en pleno centro de la ciudad, en el núcleo donde se encuentra el edificio de la Liga Árabe, la Universidad Americana antes de trasladarse a las afueras y algunos de los hoteles más importantes de la ciudad. Todo ello en la plaza de la Liberación del centro de la contaminación y el ruido capitalino. Muy característico el museo por su fachada en tonos fucsias, sin saber demasiado cual es el color real.

El mito de que cuando construyan un nuevo museo donde se pueda exponer adecuadamente todo se tendrán que excavar los sótanos puede ser hasta real, si incorporamos al comentario que quizás se tengan que sortear determinadas piezas entre los jefes, por no tener ni idea a qué corresponden.

La acumulación, esa es la palabra adecuada para definir el museo, es magnífica y la cantidad de piezas faraónicas muy importante. Sin embargo su colación, su conservación y especialmente el cuidado técnico de las exposiciones es más que criticable.

Aunque el museo se conserva mejor de la imagen mítica que tenemos en Occidente cuando hablamos con la palabra caos, no tiene la mejor organización posible. T odo ello a pesar de que el gobierno obtiene ingentes cantidades de dinero con los extranjeros, los cuales pagan hasta 30 veces más que los egipcios. El billete normal para un egipcio son 4 libras y para un extranjero 60, para los estudiantes la diferencia todavía es mayor; Aunque seas estudiante en Egipto pagarás 30 libras y uno nacido en Egipto únicamente 1 libras. Todo ellos sazonado con los guías independientes que te atosigan para que los utilices en tu visita al museo.

Los sarcófagos se acumulan en la pared, colgados en filas de cuatro, únicamente visibles los dos primeras, todos ellos combinados con sarcófagos más pesados y momias en los lugares adyacentes. Prácticamente ninguno de ellos tiene ninguna información. Y los que los tienen, son simplemente anotaciones a mano destrozadas por el tiempo y los rayos de sol.

Los papeles amarillentos en inglés, francés y árabe, cuando se encuentran los tres idiomas, yacen en la mayoría de vitrinas recordando una época en la que la máquina de escribir todavía era el utensilio más pausible para escribir. La organización de las piezas está hecha con respecto al espacio y no a la temática. Las piezas están separadas entre Imperio Antiguo, Medio y Nuevo en la primera planta, pero más allá de eso nada. En la segunda planta la importancia total la tiene la tumba de Tutankhamón, y después piezas y más piezas, en un orden elegido por un ciego o un demente. Quizás si hubiera menos piezas sería más sencillo podría ser la respuesta, y la contestación adecuada podría ser, y con una mayor dedicación cada cierto tiempo también se podría conseguir. No es comprensible que muchas piezas no se sepa de qué época son, y simplemente que los comentarios sean hace 30 o 40 años.

Para muchos de los que crecimos con los ojos radiantes y resplandecientes cada vez que veíamos imágenes del Antiguo Egipto Faraónico, la visita al Museo es imprescindible para darte cuenta al menos de que todo en este mundo puede funcionar mejor. La cantidad de piezas almacenadas en el museo es gigantesca y genial, y una mejor clasificación y esfuerzo estatal para invertir para mejorar el turismo sería muy interesante. Sin embargo, mientras que el turismo siga fluyente la comodidad del sofá es mejor que preocuparnos por la conservación de nuestro pasado.

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