Ayer se celebraba a bombo y platillo el 20 aniversario de la caída del Muro de Berlín, el muro que separaba a los hermanos alemanes. Cumbre de la movilización de la sociedad civil para cambiar la realidad. Sin embargo el muro cayó simplemente, porque
Sin embargo porqué seguimos manteniendo y creando muros a nuestro alrededor mientras que celebramos la liberación de Berlín. ¿Liberación de qué? De la sociedad tecnológica hasta el delirio, el miedo rebasando el vaso, y la seguridad absurda por doquier. En nuestros países libres cada cual crea su muro de incomunicación alrededor suyo. El color de piel como barrera. El idioma como tabique relacional. La vida como soledad buscada y encontrada.
El muro que cayó en Berlín meramente se trasladó unos kilómetros más al Este. ¿Cuántas personas formadas en países satélites de
El muro de la vergüenza que separa Europa del resto del Mundo. La parte vergonzosa de nuestro país, y la labor internacional realizada por nuestro gobierno socialista.
El muro estadounidense y los centro-sudamericanos que se dejan la piel-literalmente- intentándolo cruzar. El Sahara Ocupado con tecnología de EE.UU y Francia. El siempre creciente muro israelí… Celebrar, quizás tras vomitar la felicidad televisiva.
Deseando que la parafernalia televisiva llegue un momento, que corroa los delirios de grandeza de los responsables del mundo el que vivimos. Todos lo somos, pero algunos más que otros. Las lágrimas ácidas no me cayeron ayer especialmente por el muro de Berlín. Los muertos de los muros de hoy, ayer tenían al menos vida. No olvidaremos, pero no queremos repetir aniversarios como este. Hipocresía del mundo libre –la película de Ken Loach con el mismo título también es recomendable para entender esta entrada- en el que vivimos.
La siguiente entrada será más termo-melancólica. Romanticismo de lágrimas y papel higiénico.
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