jueves, 13 de noviembre de 2008

26 de Octubre de 2008.Desalojar nuestra mente sin movimiento, sin que el aire nos aviente las ideas.


Reprendemos a la sociedad en la que vivimos, porque no es nadie, el no personalizar nos permite estar seguros así, hipócritas de nosotros mismos, miedosos de decir respetuosamente verdades incluso a nuestros mejores amigos. Inseguridad incluso de mirar de frente, a los ojos. Sin embargo, la sociedad, es más bien el compendio de todos nosotros, de lo que cada persona hace y de lo que cada individuo quiere para con la sociedad. Para ser parte individual de un todo. El hombre es… no sólo un animal social, sino también un animal que únicamente puede convertirse en individuo si está dentro de una sociedad, -como Marx ya promulgó- pero especialmente citando a Arnold Gehven El hombre no vive sino que dirige su vida.

Si hay algo por lo que podemos llamarnos hombres, es por el poder que tenemos, o que deberíamos tener para dirigir nuestra propia vida. Ser lo suficientemente coherentes con la realidad, para controlarla, para hacerla nuestra; Pensar antes de opinar, y antes de opinar reflexionar, y por último, más que opinar, pensar en dar una respuesta. Somos nosotros los que debemos transcribir nuestro destino personal, y con el contribuir a la sociedad, no dejarnos embaucar por realidades que no son nuestras. Más bien marcadas por simples personajillos, líderes o dioses sin demasiada capacidad, pero con el poder que a determinados individuos les otorgan sus generaciones pasadas.

Mientras escribo algunas palabras en el aeropuerto de Barcelona se sientan junto a mí una familia de holandeses –dejemos la definición y la etimología de la palabra a los puristas y pseudo-teóricos que tanto abundan- Las tres mujeres adultas miran una película en el ordenador portátil sin preocuparse en lo más mínimo en la educación de los niños, únicamente en la donación de algunas monedas, y en la tranquilidad que la tecnología produce en las personas, más bien la anomia mental total -para utilizar palabras adecuadas-.

Tres niños se disputan el control de dos videoconsolas portátiles. Me introducen en la psicopatía, en la irrealidad de mi visión, cuando la niña pequeña, de unos tres o cuatro años todavía transportándose con ayuda en un carrito y sus palabras limitadas a berridos, toma también la máquina y comienza a jugar, sin importarle a nadie, quizás únicamente a mí. La niña restante de unos ocho años, es la única que parece tener un desarrollo normal, corre, juega, molesta a los demás y grita; evidentemente es incomprendida. Sin embargo ante la anomia de toda la familia acaba atrapando a desgana la consola que no sabe utilizar, y de la que se aburre rápidamente.
La abuela se evade en el lugar más recóndito leyendo un libro, de vez en cuando me mira, sonríe y sigue leyendo. Tampoco se preocupa ni de sus hijas ni de sus nietos, están tranquilos con sus maquinitas, no necesitan dedicación, más bien es preferible no ofrecérsela para evitar alguna confrontación. Yo también intento evadirme y pensar entre tanta tecnología, intentando que al menos mi avión no se retrase, dudando que este desarrollo tecnológico sea el que hace nuestra vida más sencilla. Más simple evidentemente, pero personas más capacitados, al menos dudoso.

Pasan unos minutos y se sientan una familia de ingleses, igualmente los niños no escandalizan, no molestan a sus padres, prácticamente no respiran, su mirada se ha evadido de la realidad hace tiempo. Es la generación monitorizada. Si a todos los chicos alguien les hubiera preguntado si yo tenía el pelo rubio o moreno, o simplemente si era chico o chica, casi con total seguridad más de la mitad de ellos habría dicho ¿había alguien sentado a mi lado, enfrente de mí?

Una pareja joven. La niña mayor juega con su videoconsola portátil, para continuar con los estereotipos y los juegos de género, de color rosa. El niño pequeño con la suya, en este caso varía el color y el juego por uno más explícito y violento. La niña pequeña observa atónita, como embobada, una película en el ordenador portátil, con sus cascos, para utilizar todo el conjunto. Por último la madre, de menos de treinta años, comprueba las magníficas fotos del viaje mientras el padre escapa, se marcha a dar un paseo; Su nombre Adam Sims, quizás una simple metáfora, o un mero guiño del destino.

Demian de Hesse, es uno de esos ejemplos en los que la persona anda su camino, y no es simplemente marioneta maniatada junto a otras tantas en conceptos de difícil definición como sociedad, simplemente porque desde el principio ha sido también apresada y tergiversada hasta una degeneración tan volátil como visiblemente poco probable su vuelta al mundo real. Aquel que sólo quiere su destino no tiene ya modelos ni ideales, amores ni consuelos. Tal es el camino que realmente debería uno seguir.(…) El verdadero oficio de cada uno era tan sólo llegar a sí mismo

No hay que olvidar que nosotros somos los verdaderos actores, los actores principales de nuestra propia realidad, cualquier otro aspecto es secundario, tendente a hacernos la vida más fácil. El hombre forja el mismo su destino. Los que deciden son el carácter, la conciencia ,la fe; no unos fluidos ciegos y oscuros. Cada vida humana, cada una de nuestras aventuras es un tanto opaca y misteriosa. Nos movemos en un mundo que no acaba de estar del todo explicado y aclarado. Pero esa claridad que ya existe es suficiente para una persona de buena voluntad. En palabras de Hincz, personificando la personalidad de Gombrowicz. La tecnología es en teoría, uno de ellos, pero su labor no es hacernos sujetos eclécticos a la realidad en la que vivimos. Como algunos dijeron, el término aséptico sobrepasa ya los límites de la realidad.

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